-Pertenezco, sin embargo, a aquel género de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen.
-Y así, ajenos a la solemnidad de todos los mundos, indiferentes a lo divino y menospreciadores de lo humano, nos entregamos fútilmente a la sensación sin propósito.
-En mi corazón hay una paz de angustia, y mi sosiego está hecho de resignación.
-Todo lo que sabemos es una impresión nuestra, y todo lo que somos es una impresión ajena, melodrama de nosotros que, sintiéndonos, nos constituimos en nuestros propios espectadores activos, en nuestros dioses por licencia del Ayuntamiento.
-Donde, encogido en un banco de una sala de espera de un apeadero, mi desprecio duerme entre el gabán de mi desaliento.
-En nada me pesa o en mí dura el crepúsculo de la hora presente. Tengo hambre de la extensión del tiempo, y quiero ser yo sin condiciones.
-Tuve grandes ambiciones e ilimitados sueños –pero también los tuvo el mozo de los recados o la costurera- porque sueños los tiene todo el mundo: lo que nos diferencia es la fuerza de conseguirlos o el destino de conseguirse en nosotros.
-Todo dormía como si el universo fuera un error.
-Y yo escribo sin un solo fallo cantidades y sumas a través de todo mi pasado muerto. Me absorbo, me pierdo dentro de mí, me olvido en noches remotísimas, impolutas de deber y de mundo, vírgenes de misterio y de futuro.
-Pasar de los fantasmas de la fe a los espectros de la razón no es más que ser trasladados de celda.
-Un desdén lleno de tedio por ellos, que desconocen que la única realidad para cada uno es su propia alma, el resto –el mundo exterior y los otros- una pesadilla antiestética, como un resultado en los sueños de una indigestión de espíritu.
-Cosa arrojada a un lado, trapo caído en el camino, mi ser innoble se finge ante la vida.
-Existí sólo porque llené tiempo con conciencia y pensamiento.
-Así paseo mi destino que anda, pues yo no ando; mi tiempo que prosigue, pues yo no prosigo.
-Me contento con que mi celda tenga vidriera por dentro de las rejas, y escribo en los cristales, en el polvo de lo necesario, mi nombre en letras grandes, firma cotidiana de mi escritura con la muerte.
-En el triste desaliño de mis emociones confusas.
-Sí, hablar con la gente me da ganas de dormir.
-El aislamiento me talló a su imagen y semejanza.
-“Mis hábitos son los de la soledad, no los de los hombres”; no sé si fue Rosseau, si Senancour, quien dijo esto. Pero fue algún espíritu de mi especie –no podré decir que de mi raza.
-Toda la vida del alma humana es un movimiento en la penumbra. Vivimos en medio de un crepúsculo de la conciencia, nunca seguros de lo que somos o de lo que queremos ser.
-Muchas veces, víctima de la superficie y del encantamiento, me siento hombre. Entonces convivo con alegría y existo con claridad.
-Una especie de preneurosis de lo que seré cuando ya no sea me hiela cuerpo y alma. Algo como recuerdo de mi muerte futura me estremece desde dentro. En una niebla de intuición, me siento, materia muerta, caído en la lluvia, gemido por el viento. Y el frío de lo que nunca he de sentir muerde en mi corazón actual.
-Para el hombre vulgar, sentir es vivir y pensar es saber vivir. Para mí, pensar es vivir y sentir no es más que el alimento del pensar.
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