Escuché un chirriar de pesada puerta metálica. Chirriaba y chirriaba, pero la puerta no encontraba. Subí los peldaños que conducían a una estancia iluminada, pero no encontré puerta alguna. Giré todas las esquinas, crucé todos los pasillos, me asomé por todas las ventanas, me tumbé en todos los suelos, atravesé leguas, y quizás el olvido, algún desierto al que le seguía alguna fiesta a la que le seguía un mayor desierto, albedríos no siempre libres, pasé días y noches buscándola y la puerta seguía chirriando y yo sin encontrarla.
Ninguna ave me daba pistas, bastante trabajo tienen en volar, pensaba, ninguna nave me alejaba, ningún paradero amortiguaba aquel sonido, después de tanto tiempo (y el tiempo es lo único que pasa y no pasa), la puerta aún chirriaba. De golpe, sin saber cómo, me paré en un sitio cualquiera, pero metí la mano tan adentro que, finalmente, pude cerrarla. Y ahora, ¿cómo detendría el silencio que se instauraba? Volví a perder la entrada.
copiado de http://hiperboreana.blogspot.com/ (magnetic road)
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