Tomado de entrevistas con Michel Foucault (de Roger-Pol Droit )
“No me pregunten quien soy, ni me pidan que permanezca invariable.” Así termina la primera parte de La arqueología del saber. ¿Es realmente necesario incorporar a una fuente única, estable y homogénea “ese inmenso bullir de rastros verbales que un individuo deja en torno suyo en el momento de morir?” ¿Debemos creer –no es más que una creencia- que una sola y misma persona concentre los actos, los secretos, las palabras y los textos desde la infancia hasta la muerte? ¿O hay que dejar separados, simplemente yuxtapuestos, esos rostros distintos que reciben un mismo nombre? Establecer una primera lista no es cuestión menor. De entrada, no es más que una colección incompleta, heteróclita y aparentemente absurda, como esas imágenes para linterna mágica que no logran formar una historia continuada.
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